Como alguien en los 30’s,
encuentro fascinante la forma en que mi entorno, y el entorno de mis conocidos
cambia, a partir de las relaciones interpersonales. Cómo pasamos de tener “rumbas
de garaje” y “parches” con amigas, a parejas de vida. Y en este punto, me
pregunto: ¿En qué radica el éxito de las relaciones de pareja? En estos tiempos
veloces donde el internet tiene más apego que la interacción humana, y donde un
guiño vale más que un ramo de rosas, ¿Qué es lo que permite una relación? ¿Y
que ayuda a hacerla duradera? ¿Es eso posible?
Siempre he creído (y como la
mayoría de las damas, culpo a Disney por esto), que la razón prima, es la
actitud caballeresca, virginal y negadamente concupiscente con que nos lavaron
y auto lavamos el cerebro desde la infancia. Que una agarradita de manos
(aunque sudando como si estuviésemos en una maratón), que una miradita, que un
guiño, que la cartica romántica y que la chocolatina, eran los métodos por
selección de fina coquetería y conquista de mi niñez. Ahora, la situación a “involucionado”
emocionalmente, para hacerlo tecnológicamente, pasando de la tomada de manos, a
un “like”, de un hacerse notar caminando en frente de quien nos gustaba, a un zumbido
entre perfiles, de un encuentro en una cafetería, a acoso por GPS en lugares de
la ciudad.
Cuando crecemos, la atribulada adolescencia,
tenemos la ligereza de que gustábamos de cualquier persona, sin importar la
edad (y mayormente por las hormonas), ni estatura, ni el tiempo de cortejo (si
lo hay), todo nos parece amor eterno... Hasta el otro día. En el presente, se
llevan relaciones con X cantidad de “perfiles” -de uno u otro sistema de redes
sociales- sean o no de la ciudad (siempre fui amante local, de al menos 15 a 20
cuadras a la redonda), llegando al caso de otros lados del hemisferio, con desestimadas
aclaraciones de “exclusividad” (más figurada que real) con la pareja de turno
en la red.
Hay que admitir que los tiempos
de cortejo, romance, detalles y cualquier
forma de interacción están sobreseídos, desestimados y “pasados de momento”. Los
chocolates, los poemas, las caricias intempestivas, se han venido reemplazando
con acciones puntuales, tangibles y concreciones. Sexo y nada de preámbulo. Los
noviazgos empiezan como terminan: con un click y/o un mensaje de texto (de
perfil o de celular). La charla banal, el conocerse antes si quiera de la
primera cita, perdió su importancia. No más miradas coquetas, ni dulzura a flor
de labios, ni sudoración profusa por conocer a alguien nuevo. El pilar de las
relaciones, el único que es de defender a capa y espada, la comunicación, se ha
tornado en una montaña de aberrantes “LOL”, “XOXO”, “BRB” y “FFFUUU”; las charlas
espontáneas fueron reemplazadas por los historiales de conversación, y las
emociones como la alegría y las acciones como un beso, han sido reemplazados
por un :D y un :* .
Los tiempos modernos de alguna
forma mancillaron la forma de relacionarnos con otros, pero abrieron el portal
para expandir nuestra visión de relacionarnos con el mundo. No condono lo uno,
ni juzgo lo otro. Solo es diferente, aunque no sé si para bien o para mal. Solo
veo que se perdió la prosa y magia de tener una relación con otra persona,
donde la comunicación se tornó en un triste tipeo, la interacción en un hojear
de fotos de perfil, y el intercambio de enzimas, que radicaba en lo fuerte de
un apretón de manos, ahora es una sobada sudorosa, desenfrenada y reggaetonera.
Y donde un beso, que era el culmen, la recompensa de semanas de trabajo, días
de detalles, tardes coquetas y el cierre de una noche de felicidad, paso a ser
un modismo, un mero detalle que pasa desapercibido, o se convierte en un
formalismo a corte de cliché, que se le da al mejor postor, o en una noche de
hormonal pasión.
Yo, por mi parte, me quedo con el
respeto por la pareja, la honestidad por sobre todas las cosas,
con la charla insulsa, la risa tenue y veráz de quien quiero ría, de las tardes
de picnic y noches de luna a luz de vela, de nunca irme a dormir molesto con mi pareja, y de despertar cada mañana con un “te amo”. Hay cosas que ni la
tecnología puede mejorar.
0 comentarios: