Ir por la vida y sentirse sedado,
aún cuando circunstancialmente es necesario, es bastante aburridor, por no
decir lo incómodo, y tóxico para la mente. No solo de forma físico/química,
sino también emocional. Sentirse estático, más que por momentos, por días
enteros, es síntoma que perdimos el fuego por lo que hacemos, de lo que hacemos
y casi que por extensión: con quien... Por nuestro entorno, o que simplemente,
ya no tenemos la chispa que nos conectaba otrora con lo que manejábamos como
plan de vida.
Teniendo esto presente, digo que
aunque la comodidad es lo que todos buscamos para centrar nuestra vida, esta
misma tiende a sofocar el oxigeno que nos mueve a buscar nuevas metas, nuevos
propósitos, nuevas búsquedas. No digo que la comodidad sea mala, solo que
cuando uno “monta la tienda”, le compra muebles, la personaliza, le da
personalidad, y la siente vibrar, es increíblemente difícil dejarla atrás… Se
empiezan a posponer las cosas, se planean cambios en torno a lo presente, y del
futuro, nada. Queda en que en un “futuro “todo se encausará (solo).
Como buen ser humano, le temo al
cambio. No porque esté contento con las cosas como estén, si no, porque temo
que si empujo demasiado las cosas buscando un resultado mejor, o al menos
diferente para bien, mi entorno se desmorone como una casa de naipes. He sido
feliz con las cosas que he logrado canalizar como parte de la vida que quiero,
pero que no me darán esa vida que aspiro. De forma silente, he planeado una
vida en común, con cosas simples, y necesidades simples, con alguien con quien
pueda manejar esa “simpleza”. Pero planear, no es concretar, y lo cíclico y
redundante de la planeación es, que lo que se planea, no siempre es lo que
funciona. Es a esto a lo que realmente le temo. A que lo que he buscado, lo que
he perseguido, me sea esquivo al punto de no poderlo lograr. Tener el corazón y
la mente enfocados en algo que no importa cuánto lo intente, no me será
propicio y solo será realizable en mis sueños. Que todo aquello en que he
avocado mis ideales, sea solo un espejismo de esa vida de ilusión que solo
estará en los rincones de mi cerebro, retumbando como ecos de tambores.
Aquí es donde estoy sedado,
vedado por el ideal de lo que quiero vivir, con quien, pero del como, de esa
forma de conectar dos puntos y crear una línea de realidad de la fantasía en
que quiero existir, sigue siendo esquivo al punto de considerarlo una situación
“quimérica”. Últimamente he entendido que para lograr la concreción de eso que
persigo requiere cambios, estrategias, y con tristeza, renuncias. Es cosa de
arriesgar todo por el todo, o esperar que el mundo gire y me deje en la entrada
de mi casa sin necesidad de moverme. Así que debo invitarme a dejar la
comodidad de mi nube, bajar donde la mente y el cuerpo se hacen una maquina
torpe, a imagen y semejanza de otros en imagen y semejanza, y lograr ser quien
debo ser, aunque duela, pero si algo aprendimos en la infancia es que aunque el
dolor pasa, no lo hace tan rápido como la vida.
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